martes, 16 de enero de 2007

¿Qué te juegas?

Hoy he comenzado el día entablando una discusión con mi mujer acerca del número de kilos que debería de haber perdido a lo largo de mi primera semana a dieta.

Ella, muy optimista, con todo el aplomo de quien se sabe seguro de sus afirmaciones, apuesta por que sean ocho los kilos que he dejado atrás en los primeros días. Yo, mucho más comedido en mis cálculos abogo por un número menor: tres.

Y es que en esto de adelgazar, parece ser, que para que el que está a tu lado consiga que tus desánimos y frustraciones no se conviertan en ataques de ira, es muy importante decirte cuan delgadito te estás quedando. ¡Como si no existieran los espejos, verdaderos notarios de tu realidad morfológica!

Al final ha sido la báscula quien ha deshecho el entuerto: 4 kilos y 200 gramos, y aunque a mi dietista le ha debido parecer poco por que ha añadido a mi plan semanal dos días de menú a base de rodajas de piña, por mi parte, estoy dispuesto a firmar semejante rebaja en mi peso cada semana.

De hecho, he decidido continuar.

sábado, 13 de enero de 2007

Cuatro días

Como en lo que he quedado con mi dietista es en volver cada semana, voy a esperar hasta ese día para comentar los resultados de mi intento por adelgazar. Sin embargo, no he podido resistirme a escribir este post por la satisfacción que me embarga cuando me paro a pensar que llevo ya la friolera de cuatro días a plan.

Cuatro días en los que no he sentido ningún tipo de ansiedad ni añoranza por los deliciosos embutidos que en cantidades ingentes -siempre acompañados de una barra de pan cocida a última hora de la tarde- me metía entre pecho y espalda cada noche. Pero no solo eso me sorprende, lo más llamativo no es que no me haya salido ni un ápice de la dieta, si no que las verduras y pescados me han resultado hasta apetecible y sabrosos.

Ah! pero aún hay más. Cuatro días sin una cervecita, ni un vinito, ni un güisquito. Ni si quiera un triste vaso de gaseosa.

martes, 9 de enero de 2007

Soy un montón de cifras

Por fin. Después de tantas idas y venidas, de tanto meditarlo, llegó el día.

Ayer por la tarde me acerqué al domicilio del dietista, que por fin ha abierto al público, a pedir cita y como se ve que los gordos aún andamos sumidos en la resaca navideña o intentando sacar de las cajas los juguetes de nuestros hijos, me han dado cita para hoy mismo, poco después de las 10 de la mañana. La verdad es que me alegro de la rapidez con la que me han citado, si me toca esperar no se si mis propósitos de año nuevo se hubieran desvanecido.

La cosa es que allí me he encontrado de buena mañana, dispuesto a enfrentarme a la cruda realidad de dar un paso que espero no tenga marcha atrás. En fin, antes de terminar de llegar a la puerta la empleada ya me ha abierto y me ha reconocido (bueno, tampoco era tan difícil, solo han pasado unas pocas horas) y sin mediar más que un inaudible buenos días, me ha hecho pasar al despacho del dietista.

El pequeño habitáculo donde me recibe da para poco mas que la mesa y una báscula, aunque lo que más me llama la atención es el aspecto triste del profesional al que voy a encargar que me devuelva a un peso que ya no recuerdo si lo tuve alguna vez. Es un tipo joven y apocado que guarda sus espaldas con su diploma de Licenciado en Ciencias de la Alimentación (la verdad es que la exhibición de diplomas en los despachos siempre me ha parecido que denota algo de inseguridad en quien los muestra, que necesita que el que los ve se confíe) que me bombardea a preguntas a las que respondo con monosílabos antes de que me mande subir en una báscula que, al parecer, es capaz de separar cuantos de mis muchos kilos de más son de grasa y cuantos de retención de liquidos lo que me lleva a descubrir que en realidad soy un montón de cifras:
Peso= 151,2 kg, Masa grasa= 60,18Kg, Masa grasa óptima= 25,70Kg, Exceso de grasa= 34,48Kg, Materia no grasa= 91,02Kg, Agua= 66,63Kg, Retención de líquidos=28,72Kg
Falta de masa muscular=0Kg.

Vaya con la "jodía" maquina. Después de estos cálculos averiguados, simplemente, pesándome con los pies desnudos, parece ser que ha decidido que debería pesar 88Kg, pero que "de momento vamos a ir a por los cien". Total, que me han puesto una dieta que debo acompañar por unos productos, aparentemente naturales, que ellos me facilitan y donde supongo que se encuentra el negocio, pero como me ha parecido todo muy transparente no voy a plantearme, de momento, que esto sea otro timo a costa de la desesperación de los demás. Eso, por cierto, se llama estafa.

Bueno, pues después de que la señorita que me abrió la puerta me despachara los preparados con, ahora si, mucha amabilidad (supongo que por que esta más despejada y no por mi compra) quedo en volver el próximo martes, no sin antes abonar los más de 38 euros que he pagado por los productos.

En realidad he salido bastante contento y esperanzado.

sábado, 6 de enero de 2007

Los Reyes Magos

Mi agrado por estos tres simpáticos personajes llegados en pos de una estrella desde lejanas latitudes, alcanza su punto de esplendor hace tres años. Por aquel entonces contemplé la posibilidad de embarcarme en el reto de abandonar el tabaco, y poco seguro de lograrlo pedí ayuda a los tres Reyes. Así, convencido de la bondad de Sus Majestades de Oriente, después de afrontar la apertura de regalos con la esperada satisfacción, decidí que aquel cigarrillo con el que daba por finalizada la cajetilla sería el último y la verdad es que no he vuelto, ni tan siquiera, a añorar una triste calada

Total, que después del éxito con el tabaco me he planteado hacer lo mismo con el asunto del peso y ponerme a plan con la ayuda de estos caballeros. Lo malo es que realmente había perdido el gusto por fumar y tan solo disfrutaba uno o dos cigarrillos de los casi tres paquetes de rubio americano que caían a diario, pero dudo mucho que esa misma inapetencia tenga lugar con la comida. Sobre todo con mi afición a opíparas y largas cenas a base de embutidos y regadas con cervecitas o con generosos vasos del mal llamado tinto de verano (sobre todo por las fechas en las que estamos).

Ahora solo me queda esperar a que el lunes acaben las vacaciones del dietista y convencido de que esta noche se me han concedido mis deseos, pueda empezar a poner en práctica mis buenos propósitos para este recién nacido 2007.

martes, 2 de enero de 2007

La primera sorpresa

Creo que llevo algunos años sometido a continuas presiones de conciencia para abandonar este único abdominal que he ido desarrollando con gran éxito gracias al patrocinio de afamadas compañías cerveceras y alguna que otra destilería.

Mi mujer, aunque no presiona, también me somete a continuos replanteamientos de mi físico que, apenas rebasada la barrera de los cuarenta, se muestra bastante deformado y creo que no me perdona los más de cuarenta kilos con los que me he engrandecido desde que estamos juntos.

El caso es que agitada la coctelera de los sentimientos y los remordimientos, tomé la decisión de dirigirme, acompañado por mi mujer y mi hijo, a un centro de control de peso (si a alguien le interesa el nombre lo daré, pero de momento, como no se cuales serán sus resultados lo obviaré) y hay me llevé el primer chasco: al parecer los gordos no tenemos el suficiente aguante como pasar las navidades sin atiborrarnos con dulces de temporada y el local en cuestión había decidido hacer vacaciones hasta que los Magos de Oriente les devolvieran a los clientes.

Otra vez mis milenarios amigos entraban en mis planes.

viernes, 29 de diciembre de 2006

El lunes empiezo

Si a algo estamos acostumbrados es a oír el firme propósito de todos aquellos a los que nos sobran kilos, en mayor o menor medida (a mi me sobran en cantidades difíciles de medir), de comenzar una dieta que nos lleve a lucir un tipín playero nacido del utópico resultado de la ingesta de algunas piezas de fruta, alcachofas o del manjar que hayan puesto de moda las estrellas de Hollywood o de cualquier otro lugar con cierto glamour.

Incluso yo, rebelde a todo cuanto pueda sonar a light o cualquier otro término que desnaturalice los alimentos o bebidas a las que adjetiva, también he hecho uso en algunas ocasiones a lo largo de mi vida, de esta promesa aunque la fuerza de voluntad, conste que la tengo, por algún extraño capricho de mi lado menos racional, no me ha acompañado en mis intentos de perder algunos gramos.

Precisamente es mi falta de voluntad lo que me ha llevado a buscar ayuda para alcanzar mis propósitos. Pero también esto de externalizar las promesas se convierte una labor ardua y compleja. Tanto es así que después de recorrer revistas, libros, amigos-que-conocen-famosos-endocrinos y de escuchar todo tipo de experiencias en centros de adelgazamiento masificados en donde se reparten con muchísima ligereza papeles amarillos con una dieta pretendidamente personalizada, lugares en los que se reparten cápsulas de dudosa eficacia por una empleada con cuestionables conocimientos sobre dietética, he decidido usar mis influencias y recurrir a quienes año tras año se nos muestran como los más capaces de conseguirnos aquello que tanto deseamos: Los Reyes Magos.