martes, 2 de enero de 2007

La primera sorpresa

Creo que llevo algunos años sometido a continuas presiones de conciencia para abandonar este único abdominal que he ido desarrollando con gran éxito gracias al patrocinio de afamadas compañías cerveceras y alguna que otra destilería.

Mi mujer, aunque no presiona, también me somete a continuos replanteamientos de mi físico que, apenas rebasada la barrera de los cuarenta, se muestra bastante deformado y creo que no me perdona los más de cuarenta kilos con los que me he engrandecido desde que estamos juntos.

El caso es que agitada la coctelera de los sentimientos y los remordimientos, tomé la decisión de dirigirme, acompañado por mi mujer y mi hijo, a un centro de control de peso (si a alguien le interesa el nombre lo daré, pero de momento, como no se cuales serán sus resultados lo obviaré) y hay me llevé el primer chasco: al parecer los gordos no tenemos el suficiente aguante como pasar las navidades sin atiborrarnos con dulces de temporada y el local en cuestión había decidido hacer vacaciones hasta que los Magos de Oriente les devolvieran a los clientes.

Otra vez mis milenarios amigos entraban en mis planes.

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